viernes, 26 de agosto de 2011
Leído
La mejor soledad es la que nace en las hojas como un guante de arena y se pega en el pecho en caricia de niebla, sin el peso y el remordimiento de las manos que siempre reclaman. Hasta que algo se rompe, o se abre, y el viento se deshace en pedazos de papel escrito. Entonces uno se retoma donde había quedado, en la mala, en la nube verdosa del sillón de pana con las cabeza entre las rodillas, o tirado entre la cama y el ropero.
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