La muerte es un fenómeno literario. Todo lo que se a dicho sobre ella es producto de la imaginación. Los rituales que la rodean, las investigaciones científicas, los estudios de la teología, y hasta los propios sentimientos de tristeza están basados en esta extraña rayuela, que ha sido creada desde los primeros días para justificar lo inexplicable.
La muerte es imaginaria o nada.
Para el muerto no hay muerte, es un cuerpo inanimado, similar a una piedra o un papel de cigarro. Pero para los vivos hay ausencia, hay un espacio de nada que es preciso llenar de inmediato con lo que fuere, incluso hasta con este antiguo juego de la muerte.
¿Qué es la nada? Algo que falta, lo que no está. La tía ha fallecido por causas naturales y no está, el encendedor que tenía guardado en el bolsillo del saco, me ha sido robado y no está. Aunque esa desconocida nos quiera hacer creer lo contrario, todos sabemos muy bien que aquella persona a la que amabamos ya no está. Nosotros, nos miramos al espejo y nos damos cuenta de que tampoco estamos.
Todo existe porque estamos vivos, y lo que se encuentre fuera de nuestra pequeña esfera de conocimiento será igual a nada o la nada misma.
